Frase de la semana

  • Libet temporis ad XXI Iunii undecim millia, et mutant omnia ...

jueves, 2 de febrero de 2012

Capítulo 3 (1ª Parte)

   Los minutos pasaban lentos y silenciosos.
    Steph volvía a estar ocupada intentando engatusar a su nueva presa. Irritante. ¿Qué por qué me molestaba?
    Por que su nueva presa... era Damian.
    El chico de cálidos y distantes ojos negros. Contuve una carcajada cuando la cabeza de Steph giró hacia el, con lo que supongo que ella creía una expresión seductora. El la miró y en su rostro se dibujó lentamente una sonrisa burlona y sarcástica.
    La cabeza de Steph giró violentamente, pero aún así pude distinguir su enorme sonrojo.
    Damian soltó una risita en voz baja, y no pude evitar que mis ojos vagaran hasta encontrar su impecable rostro. Mantenía una sonrisa mientras su mirada se fijaba en la pizarra, una sonrisa burlona, como si supiese que yo lo estaba observando. En ese mismo instante su cabeza se inclinó lentamente y sus ojos encontraron los míos.
     Me quedé embobada, al igual que la última vez, pero algo en su rostro me sacó de mi estupefacción.
     No me sonreía al igual que había hecho con Steph, sinó que mantenía una postura rígida, y los labios fruncidos, como si estuviese enfadado.
     Rompí nuestro contacto visual, irritada.
     ¿Qué demonios le pasaba? Por el rabillo del ojo, puede ver que el seguía mirándome.
     Sin poder evitarlo, chasqueé la lengua con disgusto, y me quedé helada, ya que el sonido había roto el uniforma silencio que había en la clase. Dejé de respirar.
     El profesor dejó de escribir en la pizarra, dio media vuelta y fijó sus ojos en la última fila.
     El aire que había retenido mis pulmones salió de golpe, cuando a mi derecha alguien chasqueó la lengua.
     Mi cabeza giró veloz en dirección a Damian, que mantenía su sonrisa burlona en los labios, y miraba al profesor divertido.
        -¿Tienes algo que aportar a mi explicación, Damian? - preguntó el profesor.
         -No. La verdad es que me ha dejado usted sin palabras – sonrió de nuevo y prosiguió – Siga, siga, no se vea interrumpido por mi culpa. La verdad es que me estaba entreteniendo bastante.
         -Ese va a ser el último comentario sarcástico que haces en mi clase, Verlok.
       El profesor no le dio tiempo a continuar a mi salvador, y siguió explicando las maneras de averiguar la superficie de un cilindro.
       No pude evitar...(puede que tampoco quisiese evitarlo), mirar otra vez a Damian, y sorprenderme de nuevo.
       ¿Porqué había echo eso? Me había salvado de un marrón muy gordo... y le debía una.
       Lo observé detenidamente, aún sabiendo que solo nos separaban un par de metros,  y el seguro que advertía mi mirada.
       No se fijó en mí. Hizo como si no hubiera pasado nada... y puede que fuera asi; no era la primera vez que yo me obsesionaba con algo por pura estupidez, así que no habría sido una sorpresa. Pero sentía (y esto puede sonar muy chiflado), que él había tenido otro motivo para cubrirme, un motivo que no podía explicar, ya que no entendía.
        Sonó el timbre, y mecánicamente recogí mis cosas, y me encaminé hacia la puerta, cuando me paré de golpe, y me apoyé en el marco. Necesitaba hacer algo.
        Mientras el recogía sus libros, yo me aparté el pelo negro de los ojos con un suspiro de resignación. Mi pelo a veces resultaba una gran molestia.
        Damian se acercó a la puerta lentamente y casi tropiezó conmigo, como si no me hubiese visto, ahí apoyada en la puerta. Esa era una de las cosas que me irritaban de el, comprendí.
        Pasaba de todo. Se creía mejor que todo.
        Bajé los ojos, y volví a subirlos, tomando aire, indignada. Ese estúpido engreído iba a hacerme pronunciar la palabra qué más hería mi orgullo, y yo tenía mucho de eso.
          -Gracias – musité.
        Por unos instantes creí ver en sus ojos un atisbo de sorpesa, pero pude habermelo imaginado, ya que al instante volvió a tener dibujada en la cara esa sonrisa irritante.
           -De nada. - dijo tranquilamente, y se alejó por el pasillo abarrotado de gente con la mochila colgando de sus anchos hombros.
         Durante unos segundos me quedé parada por culpa de su total indiferencia, per cuando el pasillo comenzó se vació un poco, me di cuenta de que tenía que llegar a clase. Gemí frustrada.
         Gimnasia.
         Si había una asignatura peor que Cálculo, ésa era Gimnasia.
Era patosa en todos los sentidos, y muy floja de resistencia. No podía correr durante más de cinco minutos seguidos, y si lo hacía, había llegado a vomitar, por culpa del flato.
          Todos se sorprendían cuando les revelaba eso, dada mi constitución atlética (delgada, alta, de piernas largas), y no me creían hasta que se lo demostraba.
          Mi único punto fuerte en esa materia era la flexibilidad, podía situarme y estirarme hasta alcanzar posiciones complicadísimas.
          Arrastré los pies hasta el gimnasio, que consistía en una gran sala con un par de decenas de colchonetas y unos bancos de madera, y dos vestuarios (uno femeníno y otro masculíno).
          Entré en el femeníno, y a regañadientes me puse unos pantalones cortos y una camiseta de tirantes.
          Guardé mi ropa en una taquilla vacía y salí medio corriendo hacia la sala grande. Claramente llegué tarde. Me detuve a pocos pasos del umbral para ver si reconocía algún rostro,  y así fué. Ronnie y Marie hablaban con una chica mientras me hacían señas para que las acompañase.
      -Hola. -dije cuando llegue donde estabán ellas.
      -Has sobrevivído a Cálculo, eres buena. - dijo Marie con sorna mientras una sonrisa jugaba en sus labios.
      -Ya... pero aún me queda enfrentarme a todo esto. - hice un gesto abarcando todo el gimnasio.
    La chica con la que habían estado hablando Ronnie y Marie soltó una risita en voz baja, cosa que me hizo girar y mirarla detenidamente. Era un poquito más baja que yo, con el pelo rizado y a la altura de los hombros. Su piel pálida y llena de pecas le ofrecía un aspecto aniñado, pero en cuanto la mirabas fijamente te dabas cuenta de que tenía unos rasgos duros y fuertes, acompañados de una boca grande y voluptuosa, ligeramente fruncida.
     Sus ojos impactaban, y eran prácticamente indescriptibles. Grandes. Brillantes. Pardos. Hacían que te detuvieras a mirarlos fijamente, sin pestañear.
       -Veo que no soy la única que odia todo esto. - dijo la chica sonriendo.
       -Ah, Liss esta es Vanessa, Vanessa, esta es Liss. - dijo Ronnie.
       -Encantada, Liss.
       -Lo mismo digo...
     Antes de poder acabar mi frase, una voz dura interrumpió el murmullo de voces que causaba la multitud del gimnasio.
       -¿Pensais hacer Educación Física hoy, o qué? - el profesor daba claras muestras de nerviosismo (y cabreo), mientras balanceaba de un lado a otro una cuerda que sostenía un pito.
    En una de las esquinas se oyeron unas risitas mientras una voz gritaba a todo pulmón:
        -¡Sí, señor!
        -Venga, dejaos de cachondeo... ¡Hatworne!¡Robinson!¡Verlok! Doce vueltas, ¡ahora!
     Mi pulso de disparó, mientras mis ojos buscaban en una esquina repleta de gente un par de ojos abrasadores. Él estaba de espaldas, y sus anchos hombros estaban agitandose mientras reía enérgicamente. Sus amigos se giraron para tomar posiciones y correr y el hizo lo mismo, ajeno a mi mirada.
       -Vamos, Liss, nosotras también tenemos que dar esas estúpidas vueltas. - decía Marie mientras me daba una palmada en la espalda y se adelantaba con Ronnie corriendo.
     Vanessa y yo corriamos a la misma altura, o sea, muy lentas. Cuándo nosotras llevábamos siete vueltas, Damian y sus amigos ya habían acabado y se apoyaban en el marco de la puerta del gimnasio, haciendo bromas y riéndo. Mientras corría, fijé mi mirada en su grupo, y mi pulso volvió a adelantarse a su ritmo normal ya qué el me observaba fijamente con una débil sonrisa en los labios. El gesto desapareció al instante cuando fijé mi mirada en sus ojos y todo mi cuerpo paró en seco prendada de él.
      Por unos segundos sentí que mis ojos me quemaban por dentro mientras los fijaba en los suyos, recorriendo la forma de su pupíla dilatada.
        -¡Eh!¡Liss!¿Estás bien? ¿Qué demonios ha pasado?- dijo mientras seguía la trayectoria de mi mirada y soltaba un gruñido parcialmente silencioso, que hizo que Damian se girara hacia ella por unos segundos y luego volver a centrarse en su grupo, liberándome.
         -Lo siento, es qué, no sé qué...
         -Estúpido, engreído superficial, arrogante... - musitaba Vanessa tirando de mi brazo.
         -¿Qué? - pregunté desconcertada por sus palabras.
         -Nada, hablaba de Damian.
         -¿Damian?¿Lo conoces? - mi voz delataba cierta sorpresa y confusión... y celos.
         -¿Qué si lo conozco? - soltó una risilla sarcástica – Ese maldito arrogante es mi hermano.



Queridos seguidores (y los que estáis de paso), por si no han leído bien el título aquí les explico porqué este texto ha sido tan corto.
He publicado aquí la PRIMERA PARTE del 3er capítulo de mi libro porque me encanta como ha quedado, y hacía tiempo que no publicaba, así que no se preocupen, porqué muy pronto (Seguramente en muy pocos días), encontraréis aquí la segunda (y posiblemente una tercera) parte de este capítulo.
Gracias por leerme!:) besossss!

PD: Un blog se alimenta de comentarios, así que no dejéis pasar hambre al mío, y si teneis alguna pregunta, un consejo o cualquier cosa no dudeis en enviarme un comentario o un corre electrónico a esta dirección : alwaysaloneblogspot@gmail.com

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