Frase de la semana

  • Libet temporis ad XXI Iunii undecim millia, et mutant omnia ...

domingo, 11 de diciembre de 2011

Capitulo 1


Esa mañana me desperté muy tarde, y estuve tentada a volver a dormirme y no ir al instituto. Era Lunes. Recuerdo vagamente el sueño que tuve esa noche. Lo único que sé es que me desperté llorando, sin saber el motivo. Otra vez.
Eso llevaba ocurriendo desde que mi madre y yo nos transladamos a ese sitio “perfecto”. Una ciudad de ensueño, con marcos de ventana y vallas blancas. Vecinos que te sonreían por la mañana cuando salías a trabajar, y te deseaban un buen día, pero en el fondo pensaban lo peor de ti.
Había sido idea de mi madre. Lo de cambiar de aires después de todo lo que habíamos vivido...
A mi no me gustó nada. Tuve que abandonar tantas cosas... A mis mejores amigos, (incluidas mis alocadas y traviesas Nie y Dessie).
Allí no conocía a nadie, y dado mi problema con hacer amigos... dudaba que ESE Lunes fuera todo bien.
Ese día empezaban las clases en mi instituto.
Me levanté de la cama con pena, y me di una ducha alternando los chorros calientes y fríos para poder despejarme la mente.
Era septiembre, y ví por la ventana como La Naturaleza se burlaba de mi, con un sol realmente insultante dado mi estado de animo.
Me vestí con unos vaqueros cortos, y una camiseta blanca que rezaba con letras color cielo la frase : You are my sunshine. Cogí mi mochila y bajé por la escalera al piso de abajo donde se encontraba la cocina y la sala de estar. Entré en la cocina y había una nota pegada a la nevera.

Liss, tienes el desayuno listo.
Tu puedes, te irá bien,cariño.
Te Quiere, Mama!
Obviamente ella ya estaría trabajando, así que cogí una tostada del plato con el desayuno, y salí por la puerta,caminando lentamente hasta mi coche – un Toyota Prius del mismo color de mis ojos- un intenso azul elec.trizante -, con los nervios a flor de piel y sin saber que me tendría escrito el destino.

Llegué a tiempo - ¡Gracias a Dios! - y fuí a secretaría para recoger mi horario.
La secretaria era una mujer muy amable, con una alocada melena de tirabuzones rubios, de estatura pequeña, y con la cara ruborizada.
-Buenos días, querida, ¿te puedo ayudar en algo? - preguntó afablemente.
-Mi horario, gracias.
-Toma... tu cara no me suena... - me sonrojé hasta las puntas del pelo – coje un plano del instituto.
-Gra-gracias.
-¡Suerte, querida! - gritó por encima de la multitud.
Tuve que mirar el plano varias veces antes de poder ubicarme bien, y encontrar mi primera clase. Llegaba antes que el profesor. Historia. Busqué con la mirada un sitio libre en la última fila, y caminé con sigilo hasta el.
Dejé caer la mochila al suelo, y me desplomé en el asiento con desánimo. Mis pensamientos estuvieron divagando en como les iría a Nie y Dessie en su primer día de clase, hasta que una voz me interrumpió.
-No te conozco, ¿eres nueva? - me preguntaba una chica con el rostro en forma de corazón y unos dulces ojos castaños.
-Sí. - respondí con voz mas confiada de la real.
-¿Como te llamas? - Preguntó mientras tomaba asiento a mi lado.
-Liss.
-Hola Liss, mi nombre es Ronnie. Encantada de conocer...
-¿Y esa quién és? - la voz provenía de mis espaldas, y al darme la vuelta me encontré con una chica pálida, pelirroja y con pecas en las mejillas.
-¡Maria! - grito enfadada Ronnie – Es nueva, no te comportes así con ella.
-Lo siento -murmuró quedamente Maria.
-No pasa nada. Yo soy Liss. - dije con mas valentía que hace unos minutos.
-¿De donde eres?
-De Long Beach.. - contesté.
-Nosotras hemos crecido juuntas aquí – me aclaró Ronnie.
-Tuve que dejar a mis amigos cuando me mude aquí con mi madre...
-¿Por qué? - pregunto Maria.
-Hummm.... -se me hizó un nudo en la garganta, y sentía la cabeza aún mas pesada cuando sucumbí a los recuerdos de lo que había pasado...
-¡Chicos! Venga... Centraos.
El profesor había entrado ya en clase, y llevaba un maletín en brazos.
-No se si os lo habrá comentado alguien, pero tenéis a una chica nueva en clase este año... ¿Elisabeth Angela Roberts? Podrías levantarte y presentarte a toda la clase, porfavor. - su tono no fue de pregunta, fue de orden. Ya había empezado a odiar a ese profesor.
-Hola. - murmuré – soy Liss, y bueno... me tendreis que soportar todo el año... - quise ser cómica, pero no funcionó mucho...
-Bueno Liss, yo soy Mathew, tu profesor de historia – me indicó que me volviese a sentar con un ademán.
La clase fue lenta y bastante aburrida, cosa rara teniendo en cuenta lo mucho que me gustaba a mi la historia...
Cuando sonó el timbre que indicaba el final de la clase, recogí mis cosas rapidamente, y salí por la puerta como un bala. Consulté mi horario, y mi siguiente clase era Biología. Miré mi plano para orientarme, y me tropecé con alguien sin querer.
-Lo siento es que estaba mirando mi hor...- levanté la vista, y las palabras se atascaron en mi garganta. La persona con la que me había tropezado era un chico - ¡Oh Dios! - alto, vestido con unos vaqueros, una camiseta negra y una chaqueta de cuero, tenía una boca grande, con una nariz griega, el pelo negro, y unos ojos... tan azules que te daba la sensación de que eran dos lagos cristalinos.
-No pasa nada – su voz era... ¿mareante?
-Mmm – no me sentía capaz de hablar, así que me aparté y lo deje pasar.
Avancé un par de pasos en mi dirección y miré por encima del hombro. Giré la cabeza rápidamente antes de que me sonrojara tanto hasta parecer un tomate... El me estaba mirando.
Caminé hasta la clase de Biología medio soñando, y preguntandome quien sería ese Adonis.
Entré en la clase tropezandome con mis propios pies, y volví a buscar la última fila. Me senté en una esquina, y me deje caer en la silla suavemente.
Al cabo de unos cinco minutos entró una mujer alta, rubia, y con el pelo liso. Su semblante era serio y tenía unos ojos verdes y penetrantes.
-Buenos días. Vamos a comenzar la clase. Para los nuevos, os aviso, el que interrumpa mi clase, va al despacho de la directora Rossalinda.
Empecé a copiar lo que ella escribia en la pizarra, cuando oí el ruido de la puerta, y dirigí mi mirada en esa dirección.
-Lo siento Margaret, pero he tenido un pequeño problema para llegar – dijo “Adonis”
-Siéntate Jay, y no quiero los mismos problemas que el año pasado. Sabes bien a que me refiero...
-Estupendo Margaret.
-Siéntate.
Jay se acercó a mi y por un momento mi corazón paró, y cuando vi que se sentaba a mi lado, mi corazón empezó a latir tan deprisa que temí que el lo oyera.
Aparté la mirada de el bruscamente, y me centré en garabatear mi carpeta con dibujos ilegibles.
-...Elisabeth Roberts y Jay Rotter, juntos...
-¿Mmm? - murmuré al levantar la vista con la mención de mi apellido.
-¿Elisabeth Roberts? - preguntó una voz a mi derecha.
-Si...
-¿Estas bien? Acaban de decir que somos pareja para el experimento del aceite.
Vale. ¿Que demonios me había perdido? Compañera. Con el Adonis. Oh Dios Mio.
-Si. Estoy perfectamente. Lo siento, es que no estaba atenta... ¿qué experimento?
-¿Sueles estar siempre tan desorientada? - pregunto sonriendo solamente con la comisura de la boca.
-¿Siempre?
-Antes. Cuando te chocaste conmigo, parecías muy... ¿poco ubicada?
-Ah... -¡Yupi! Lo recordaba... - Soy nueva.
-¿Y? ¿Que tal el día?
-De momento soportable... - contesté con una sonrisa.
-Entonces bien – sonrió de nuevo – Elisabeth. El experimento consiste en...
-Liss. No me llames así. Yo soy Liss.
-De acuerdo Liss... - entonces para mi desgracia sonó el timbre.
-¿Continuamos el próximo día? - preguntó dulcemente.
-Claro – saqué mi horario y observe que mi siguiente clase era Lengua.
-¿Lengua? A mi tambien – dijo sonriendo.
-Así no tendré que volver a chocar contigo... ¿no? - dije.
-Bueno, siempre es un placer chocarme con usted, señorita – nos reimos los dos con ganas.
Después de recoger sus cosas esperó que yo hubiese arreglado mi mochila, y me guió entre la multitud hasta la siguiente clase.
-Quizas sea algo atrevido... pero... ¿tienes algo que hacer esta tarde?
-Aparte de mis deberes... no... - dije sonriendo.
-Bueno, mis amigos y yo vamos a ir al nuevo parque de atracciones esta noche... si te apetece venir...
-No conozco a nadie...
-Traete a un par de amigas.
-No se... ¿Donde esta ese parque?
-En Long Beach.
-Voy – iba a volver a ver a mis amigas...
-¿Donde quedamos?
-En el parque.
-Mmm... Ok.
-Seré la chica desorientada. - dije riendome, y acabamos entrando en clase entre carcajadas.
Yo me dirigí a la última fila, y sentía su presencia detrás mia.
Se volvió a sentar a mi lado.
Mientras nosotros seguíamos riendo entró en clase una profesora bajita, bastante mayor, y con una mirada dura.
-¡Silencio!
-Uy... - musité.
-Esa es Matilhde. Es peor que un demonio.
Gemí. Mi primer año, y ya tenía profesores que te machacaban...
-No hables durante su clase, o es capaz de explusarte.
-Tú lo estas haciendo – susurré con reproche.
-Por que yo soy tu sol – murmuró riendo.
-Mmm... La verdad es que pareces más la luna que un sol. Pareces oscuro, no luminoso – dije sin pensar.
-No sabes la verdad que estas diciendo... - musitó quedamente.
-¿Qué? - pregunte estupefacta, y con un tono mas alto del que hubiese querido.
-Nada. Olvídalo.
-¡Jay! - mi voz se elevaba bastante mas de lo debido.
-Señorita... la que parece no entender muy bien el significado de la palabra Silencio... ¿quiere usted que la directora se lo ponga por escrito?
-No. - musité en voz muy baja.
-¿Ya no tiene ganas de hablar, señorita...?
-No.
-¿Por qué Elisabeth? - preguntó con fiereza la profesora.
Cuando pronunció ese nombre con tanta dureza, tanta gelideza, creí que me íba a desmayar. Tantas cosas que había intentado olvidar, y solamente mi nombre me las recordaba todas y cada una de ellas...
Elisabeth, Elisabeth, Elisabeth, Elisabeth, Elisabeth, Elisabeth...
Un volcán de emociones tenía lugar en mi interior, y sabía perfectamente que no debía hacer lo que se me pasaba por la mente. Decirle todo eso a la profesora.
En vez de eso me levanté bruscamente – tanto que la silla se cayo al suelo – y apartando a Mathilde de mi camino, salí del aula corriendo y con las lagrimas a punto de derramarse por mi cara.
Corrí por el pasillo sin oir nada, sin ver nada, solamente necesitando aire. Necesitando vida.
En menos de un minuto salí por una puerta que conducía al exterior. En el aparcamiento. Sin quererlo, me derrumbé en el suelo, llorando sin poder parar, y respirando agitadamente.
Creo que durante unos cinco minutos fue lo único que hice. Me levanté lentamente, y busqué con la vista mi coche. Lo localicé, y fui corriendo hasta el. Fue entonces cuando me di cuenta que mi chaqueta, que contenía las llaves, estaba en clase, y yo solo tenía las llaves de la casa.Consideré la idea de irme a pie, pero lo veía complicado dado mi estado. Pero como no pensaba volver, me deslicé lentamente hasta el suelo, y me apoyé en el coche para romper otra vez a llorar sin control.
Recuerdo vagamente haber oido un par de veces mi nombre pronunciado por una voz mareante, pero mi garganta no emitía ningún sonido asi que me acuclillé en el suelo, al lado de mi coche, y deseé que nada de lo que habia pasado hacía meses, no hubiese ocurrido. Lloré hasta que un bazo rozó suavemente mi hombro.
Levanté la vista lentamente, y ví entre la cortina de lágrimas que formaban mis ojos, a Jay, con una mueca triste en la cara. No intenté hablar, solamente le señalé mi coche.
-¿Quieres que te lleve a casa? - preguntó pesaroso.
-Si... - el sonido fue tan débil que no creeí que lo hubiese oído.
-Vamos – me ayudó a levantarme, y me llevo casi a rastras hasta su coche. Reconocí vagamente la marca del Jeep. Me instaló en el asiento del acompañante, dió la vuelta al coche, entró y arrancó. Cada dos o tres minutos yo le musitaba la dirección, y en poco tiempo estuve en casa. Ya me encontraba mejor, así que baje del coche, y el me acompañó hasta la dichosa valla blanca.
-Gracias. - dije sin emoción.
-¿Estas bien? - cuando negué con la cabeza a modo de respuesta, el volvió a mostrar la mueca pesarosa.
-¿Podrías hacerme un favor? - pregunte quedamente.
-Mmm.
-Traerme mis cosas al final de las clases...
-No hacía falta pedirlo, Liss.
-Gracias. - volví a musitar – Perdoname, pero esta tarde...
-No pasa nada... lo entiendo. Otro día será.
Abrí la puertecilla de la valla blanca, y me adentré en el jardín. Cuando miré por encima del hombro, el estaba apoyado en su coche, mirándome.
Entré en a casa, y dejé las llaves encima de la encimera de la cocina. Abrí la nevera y cogí una botellita de agua fría. Subí a mi dormitorio, donde me bebí la botella entera, la tiré al suelo, y me tendí en la cama en posición fetal, para volver a llorar sin límites.





Me desperté al cabo de varias horas. Mi habitación estaba a oscuras, y aún no conseguía distinguir las siluetas del dormitorio.
Los recuerdos me invadieron como un relámpago, y en menos de un segundo, sabía lo que había pasado con Jay, recordaba mis lágrimas, y todo lo demás... Otra vez.
Me levanté de la cama, y me dirigí al interruptor, cuando oí un ruido que provenía del pasillo que daba a mi cuarto. Sin ninguna explicación, el miedo me paralizó, y empecé a respirar rápidamente.
Cuando el pomo de la puerta de mi cuarto empezó a girar, cerré los ojos.
-¿Liss? - al oir la voz de mi madre abrí los ojos.
-Ah... mama.
-Me han llamado del instituto. ¡Es un milagro que no te hayan expulsado! ¿Como se te ocurre hacer algo así? ¡Elisabeth! - gritó.
Despues de su última palabra, la habitación se quedó en silencio. Yo mantenía otra vez los ojos cerrados, para que las lágrimas no escaparan, y estaba tensa a causa de la cólera.
-Lissie... lo siento... yo no quería... - murmuró mi madre.
-No pasa nada. Sé que no era tu intención. - mi voz era cortante.
-Pero Liss...
-Cierra la puerta al salir. - dije fríamente.
Después de eso entré en el baño de mi cuarto, y puse el pestillo.
Creí que volvería a llorar, pero por lo visto las lágrimas no salían.
Oí la puerta de mi habitación cerrarse, y quité el pestillo. Salí del baño, y miré la hora. Diez y media de la noche. La hora a la que salía mi madre de trabajar.
Nunca me habría esperado de ella eso. Que me hiriese de esa forma... para mi era prácticamente imperdonable...
Ella sabía que yo habia asumido la culpa de todo... y aún así...
Pensé que lo mejor, sería dejar correr las cosas, y no enfadarme... sabía con mucha seguridad que ella no lo haría nunca queriendo.
Me puse el pijama y volví a meterme en la cama. Mis pensamientos divagaron en dirección a Jay, y para sorpresa mía me dormí enseguida.


Me di cuenta de que era un sueño, por que todo brillaba.
Me encontraba en una habitación con muebles de madera quemados, unas cortinas que alguna vez fueron blancas, pero ahora eran amarillentas a causa del exceso de humo.
-¡Liss! ¡Socorro Liss!
La voz parecía irreal, muy lejana, resonaba como un eco en mi mente. Mi subconsciente sabía que todo eso era una mentira, peor aun asi, en el sueño, mi cuerpo reaccionaba sin mi permiso, y se dirigío hacia el lugar del que provenía la voz.
Entré en una habitación con la puerta pintada de azul, y que tenía escrito:
Liss
y
Elissabeth

La habitación era un dormitorio con dos camas, y en una esquina se veía temblar una figura pequeña.
-Liss, tengo miedo... - murmuró la figura.
-Elisabeth, vamos, tengo que sacarte de aquí, levanta.
De repente, como si mis palabras hubiesen activado algo, la habitación empezó a arder. Todo era fuego.
-Liss, no puedo, tengo miedo, mucho miedo.
-¡Elisabeth! Venga, levanta, tenemos que salir de aquí.
Yo empecé a toser por culpa del humo, me agaché por encima del humo y las llamas, y le cogí la mano a la niña. Ella me la apretó con mucha fuerza, y murmuró:
-Liss, ¿donde está mama?
-Ella está bien, cariño. Iré a buscar ayuda, ¿de acuerdo? Volvere a por ti con ayuda – volví a toser fuertemente.
-¡No me dejes sola, Liss! ¡No! ¡Tengo mucho miedo!
-No pasará nada, Elisabeth, todo saldrá bien, te lo prometo.
-¿Seguro? ¿Me prometes que vendras a por mi?
-Si, te lo prometo. Ten cuidado. Volveré enseguida. Nisiquiera notarás que no estoy.
Levante el mentón de la niña para poder mirarla a la cara, y ella estaba llorando. Sus ojos azules me devolvían la misma mirada.